El aislamiento térmico representa uno de los pilares fundamentales en la construcción sostenible y la eficiencia energética de edificaciones. Esta barrera invisible que separa el ambiente interior del exterior desempeña un papel crucial en el mantenimiento del confort habitacional mientras reduce significativamente el consumo energético. La implementación de sistemas aislantes adecuados puede suponer ahorros de hasta un 70% en las facturas energéticas, convirtiendo esta inversión inicial en una de las más rentables a largo plazo en el sector de la edificación. En un contexto donde los precios energéticos continúan en ascenso y las normativas son cada vez más exigentes, comprender las características técnicas y opciones disponibles en aislamiento térmico resulta esencial para propietarios, constructores y profesionales del sector.
Principios físicos del aislamiento térmico en edificaciones
El fundamento del aislamiento térmico reside en su capacidad para minimizar el flujo de calor entre dos entornos con diferentes temperaturas. En edificación, esto se traduce en mantener el calor interior durante el invierno y evitar su entrada en verano. Este proceso se rige por tres mecanismos principales de transferencia térmica: conducción (transmisión directa a través de materiales), convección (mediante el movimiento de fluidos como el aire) y radiación (transferencia por ondas electromagnéticas). Un sistema de aislamiento eficaz debe abordar estos tres fenómenos simultáneamente.
La eficacia del aislamiento térmico no solo impacta en el confort de los ocupantes, sino que representa un factor determinante en la sostenibilidad energética del edificio a lo largo de toda su vida útil. Cuando analizamos el ciclo completo de una edificación, observamos que aproximadamente el 40% del consumo energético total está directamente asociado a la climatización, porcentaje que puede reducirse drásticamente con un aislamiento adecuado.
Conductividad térmica: valores lambda en materiales aislantes modernos
La conductividad térmica, representada por el valor Lambda (λ), constituye el parámetro fundamental para evaluar la eficacia de un material aislante. Este coeficiente indica la cantidad de calor que atraviesa un material de 1 metro de espesor cuando entre sus caras existe una diferencia de temperatura de 1 Kelvin. Cuanto menor sea el valor Lambda, mejor será la capacidad aislante del material. Los aislantes térmicos modernos presentan valores λ extraordinariamente bajos, generalmente inferiores a 0,050 W/mK.
En el mercado actual, encontramos materiales con valores Lambda que oscilan entre 0,025 W/mK (para paneles de vacío avanzados) hasta 0,045 W/mK (para aislantes más convencionales como algunos tipos de lana mineral). Esta diferencia aparentemente pequeña puede representar variaciones significativas en el rendimiento térmico cuando se aplica a grandes superficies o en condiciones climáticas extremas.
Los avances tecnológicos han permitido desarrollar materiales como el aerogel, con valores Lambda cercanos a 0,013 W/mK, estableciendo nuevos estándares en aislamiento térmico. Sin embargo, es importante considerar que el valor Lambda puede verse afectado por factores como la temperatura, humedad y densidad del material, por lo que los datos proporcionados por los fabricantes suelen referirse a condiciones estándar de laboratorio.
Transmitancia térmica: cálculo del valor U según CTE
La transmitancia térmica o valor U representa la cantidad de energía que fluye a través de un elemento constructivo por unidad de superficie y diferencia de temperatura. Se expresa en W/m²K y, a diferencia del valor Lambda, considera el conjunto del elemento constructivo, incluyendo todos sus componentes y espesores. El Código Técnico de la Edificación (CTE) establece los valores máximos de transmitancia térmica permitidos en España según la zona climática, siendo más restrictivos en zonas con climas extremos.
El cálculo del valor U según el CTE sigue la fórmula U = 1/RT
, donde RT representa la resistencia térmica total del elemento constructivo. Esta resistencia se obtiene sumando las resistencias térmicas de cada capa que compone el cerramiento más las resistencias superficiales interior y exterior. Para un muro típico compuesto por varias capas, la fórmula se expresaría como:
RT = Rsi + R1 + R2 + ... + Rn + Rse, donde Ri = ei/λi (siendo ei el espesor de la capa y λi su conductividad térmica)
El CTE establece valores máximos de transmitancia que varían según la zona climática y el tipo de cerramiento. Por ejemplo, para la zona climática E (la más fría de España), el valor U máximo permitido para fachadas es de 0,37 W/m²K, mientras que para cubiertas es de 0,33 W/m²K. Estos valores se han ido haciendo más exigentes con las sucesivas actualizaciones del CTE, reflejando la creciente importancia del aislamiento térmico en la eficiencia energética de los edificios.
Puentes térmicos: identificación y soluciones técnicas
Los puentes térmicos representan puntos o zonas en la envolvente del edificio donde se produce una discontinuidad en el aislamiento térmico, facilitando la transferencia de calor y comprometiendo seriamente la eficiencia energética global. Estos puntos débiles pueden llegar a suponer hasta un 30% de las pérdidas térmicas totales de un edificio, incluso cuando el resto de la envolvente cuenta con un buen aislamiento. Los puentes térmicos más comunes se localizan en encuentros estructurales como pilares integrados en fachadas, contornos de ventanas, forjados que interrumpen el aislamiento o cajas de persianas.
La identificación de puentes térmicos puede realizarse mediante inspección visual durante la fase de construcción, pero resulta más preciso el uso de termografía infrarroja en edificios ya construidos. Esta técnica permite visualizar las diferencias de temperatura en la superficie, revelando áreas donde el flujo de calor es mayor. La normativa española, a través del CTE DB-HE, establece requisitos específicos para el tratamiento de puentes térmicos, exigiendo que la transmitancia térmica lineal (Ψ) no supere ciertos valores según el tipo de encuentro constructivo.
Entre las soluciones técnicas más efectivas para mitigar puentes térmicos destacan: la continuidad del aislamiento envolviendo elementos estructurales, el uso de sistemas constructivos como el SATE que minimiza discontinuidades, la instalación de cajones de persiana aislados o la utilización de carpinterías con rotura de puente térmico. La correcta ejecución de estas soluciones requiere atención al detalle y conocimiento especializado, pues cualquier error en la implementación puede comprometer significativamente el rendimiento térmico global del edificio.
Resistencia térmica: análisis comparativo entre sistemas SATE y trasdosados
La resistencia térmica (valor R) indica la oposición que ofrece un elemento constructivo al paso del calor, expresándose en m²K/W. A mayor valor R, mejor capacidad aislante presenta el sistema. Al comparar los sistemas de aislamiento térmico por el exterior (SATE) con los trasdosados interiores, encontramos diferencias significativas no solo en valores de resistencia térmica sino también en su comportamiento y aplicación.
Los sistemas SATE presentan valores R generalmente superiores debido a que permiten la instalación de capas aislantes más gruesas sin comprometer el espacio habitable. Un sistema SATE estándar con 8 cm de EPS puede alcanzar una resistencia térmica de aproximadamente 2,10 m²K/W. Además, su principal ventaja radica en la eliminación casi total de puentes térmicos y en la protección de la estructura del edificio frente a oscilaciones térmicas, lo que incrementa su vida útil.
Por otro lado, los trasdosados interiores, aunque técnicamente pueden alcanzar resistencias térmicas similares, suelen implementarse con espesores menores debido a las limitaciones de espacio interior. Un trasdosado típico con 4 cm de lana mineral ofrece una resistencia térmica aproximada de 1,05 m²K/W. Su principal desventaja es que no resuelve los puentes térmicos estructurales y reduce el espacio habitable. Sin embargo, resultan más económicos de instalar y representan la única opción viable en rehabilitaciones donde no es posible intervenir en la fachada exterior, como en edificios históricos protegidos.
Sistema | Resistencia térmica típica (m²K/W) | Tratamiento de puentes térmicos | Impacto en espacio habitable |
---|---|---|---|
SATE 8 cm EPS | 2,10 | Excelente | Ninguno |
Trasdosado 4 cm lana mineral | 1,05 | Limitado | Reducción |
Materiales aislantes de alta eficiencia en el mercado español
El mercado español de materiales aislantes ha experimentado una notable evolución en la última década, impulsada tanto por las exigencias normativas como por la creciente concienciación sobre eficiencia energética. Actualmente, existe una amplia variedad de opciones que responden a diferentes necesidades técnicas, económicas y medioambientales. La selección del material adecuado no solo depende de sus propiedades térmicas, sino también de factores como su comportamiento frente al fuego, resistencia a la humedad, durabilidad, impacto ambiental y precio.
Los materiales aislantes se pueden clasificar en tres grandes categorías según su origen: inorgánicos (como la lana mineral), orgánicos sintéticos (como el poliestireno) y orgánicos naturales (como el corcho o la fibra de madera). Cada categoría presenta ventajas específicas que la hacen más adecuada para determinadas aplicaciones. El conocimiento profundo de estas características permite optimizar la relación entre inversión y rendimiento térmico, asegurando la máxima eficiencia del sistema constructivo.
Lana mineral: características y aplicaciones según AFELMA
La lana mineral constituye uno de los materiales aislantes más utilizados en España, representando aproximadamente el 40% del mercado según datos de la Asociación de Fabricantes Españoles de Lanas Minerales Aislantes (AFELMA). Este material se produce a partir de roca volcánica (lana de roca) o arena silícea y vidrio reciclado (lana de vidrio), sometidos a altas temperaturas hasta obtener fibras que se aglutinan con resinas.
Sus principales características técnicas incluyen: conductividad térmica entre 0,032 y 0,040 W/mK, excelente comportamiento acústico (absorción de hasta 0,95 αw), reacción al fuego clase A1 (no combustible) y transpirabilidad (factor de resistencia al vapor de agua μ ≈ 1). AFELMA destaca que, además de su eficiencia térmica, la lana mineral ofrece un balance medioambiental positivo, con productos que contienen hasta un 80% de material reciclado y son totalmente reciclables al final de su vida útil.
Las aplicaciones más comunes de la lana mineral abarcan desde el aislamiento de fachadas (tanto en cámaras como en sistemas SATE), cubiertas (planas e inclinadas), divisiones interiores, suelos, hasta aplicaciones industriales. Su versatilidad de formatos (mantas, paneles rígidos, a granel) facilita su adaptación a diferentes soluciones constructivas. Es especialmente recomendada cuando se requiere combinar aislamiento térmico con protección acústica y contra incendios, como en edificios públicos, hospitales o escuelas.
Poliestireno expandido (EPS) vs. extruido (XPS): diferencias técnicas
Aunque el poliestireno expandido (EPS) y el extruido (XPS) comparten su origen químico, presentan diferencias significativas en su proceso de fabricación que determinan sus propiedades y aplicaciones idóneas. El EPS se obtiene mediante la expansión de perlas de poliestireno con vapor de agua, mientras que el XPS se produce por extrusión del polímero fundido con agentes espumantes, resultando en una estructura celular cerrada y homogénea.
Esta diferencia estructural confiere al XPS una mayor resistencia mecánica (300-700 kPa frente a 100-200 kPa del EPS) y menor absorción de agua (inferior al 0,7% en volumen frente al 3-5% del EPS). En términos de conductividad térmica, el XPS ofrece valores ligeramente mejores (0,029-0,036 W/mK) que el EPS (0,034-0,045 W/mK). Sin embargo, el EPS presenta ventajas como un menor coste económico (aproximadamente un 40% inferior) y un proceso de fabricación con menor impacto ambiental.
Respecto a las aplicaciones, el EPS se utiliza predominantemente en sistemas SATE, aislamiento de cámaras en fachadas, y como aligerante en forjados. El XPS, debido a su extraordinaria resistencia a la compresión y comportamiento frente a la humedad, resulta insustituible en cubiertas invertidas, aislamiento de soleras en contacto con el terreno y zonas con alta exposición a la humedad. Ambos materiales ofrecen una durabilidad estimada superior a 50 años cuando se instalan correctamente.
Aislantes naturales: corcho, fibra de madera y celulosa reciclada
Los aislantes naturales han experimentado un crecimiento significativo en el mercado español, impulsados por la creciente demanda de soluciones constructivas sostenibles y saludables. Estos materiales destacan por su menor huella ecológica, capacidad higroscópica que contribuye al equilibrio higrométrico, y ausencia de compuestos orgánicos volátiles, mejorando la calidad del aire interior.
El corcho aglomerado, obtenido de la corteza del alcornoque, presenta valores de conductividad térmica entre 0,037-0,040 W/mK, además de excelente comportamiento acústico y alta resistencia a la compresión (200-250 kPa). Su producción favorece la conservación de los alcornocales, ecosistemas de alto valor ecológico en la península ibérica. Se utiliza principalmente en forma de paneles para aislamiento de fachadas, cubiertas y suelos.
La fibra de madera, fabricada a partir de residuos de la industria maderera, ofr
ece conductividades térmicas entre 0,038-0,042 W/mK y elevada capacidad de acumulación térmica (aproximadamente 2100 J/kgK), característica que la hace especialmente eficaz para mejorar la inercia térmica de los cerramientos. Se utiliza principalmente en sistemas SATE, aislamiento de cubiertas y trasdosados interiores, siendo particularmente valorada en construcciones de madera o bioconstrucción.
La celulosa reciclada, elaborada a partir de papel de periódico tratado con sales bóricas, presenta valores de conductividad térmica de 0,037-0,039 W/mK. Su principal ventaja reside en su formato a granel, que permite rellenar completamente cualquier cavidad, eliminando puentes térmicos. Se aplica mediante insuflado en cámaras de aire existentes o proyección húmeda en estructuras de nueva construcción. El mercado español de celulosa ha crecido un 15% anual en los últimos cinco años, aunque aún representa menos del 5% del total de materiales aislantes utilizados.
Estos materiales naturales, aunque generalmente presentan un precio entre un 15-30% superior a los aislantes convencionales, ofrecen ventajas diferenciadas en términos de sostenibilidad, regulación higrométrica y ciclo de vida, aspectos cada vez más valorados tanto por prescriptores como por usuarios finales.
Aerogel y paneles de vacío: soluciones para rehabilitaciones con espacio limitado
La rehabilitación energética de edificios existentes frecuentemente se enfrenta a la limitación de espacio disponible para incorporar aislamiento térmico. En estos contextos, los materiales aislantes de última generación como el aerogel y los paneles de vacío (VIP) representan soluciones de alto rendimiento que permiten alcanzar resistencias térmicas excepcionales con espesores mínimos.
El aerogel, desarrollado originalmente por la NASA, es un material ultraligero (densidad de 3-350 kg/m³) compuesto hasta en un 99,8% por aire atrapado en una estructura nanoporosa de sílice. Su conductividad térmica, entre 0,013-0,018 W/mK, lo convierte en el aislante sólido más eficiente del mercado, ofreciendo un rendimiento hasta tres veces superior al de la lana mineral con el mismo espesor. Actualmente se comercializa en formato de mantas flexibles (combinado con fieltros) o como aditivo para morteros y enlucidos térmicos. Con 10 mm de aerogel se puede conseguir el equivalente a 30 mm de aislamiento convencional, aunque su elevado coste (entre 70-120 €/m²) limita su aplicación a proyectos con restricciones severas de espacio.
Los paneles de aislamiento al vacío (VIP) consisten en un núcleo microporoso encapsulado en una envolvente estanca al aire y evacuado mediante vacío. Esta tecnología alcanza conductividades térmicas extraordinariamente bajas, entre 0,004-0,008 W/mK, lo que permite obtener resistencias térmicas R≈5 m²K/W con tan solo 20 mm de espesor. Su principal limitación radica en su rigidez (no pueden cortarse en obra) y vulnerabilidad a perforaciones, que comprometerían el vacío interior. Se utilizan principalmente en rehabilitaciones de alto estándar, pavimentos radiantes de bajo espesor y fachadas donde el espacio disponible es crítico.
Un análisis comparativo muestra que para alcanzar una transmitancia térmica U=0,3 W/m²K en un muro existente, se necesitarían aproximadamente 120 mm de EPS, 40 mm de aerogel o solo 15 mm de VIP. Esta diferencia resulta determinante en la viabilidad técnica de muchas rehabilitaciones en centros históricos o edificios con condicionantes arquitectónicos, donde cada milímetro de espesor es crucial.
Sistemas de aislamiento térmico en fachadas y cubiertas
La envolvente térmica del edificio constituye la principal barrera frente a las condiciones climáticas exteriores, concentrando aproximadamente el 70% de las pérdidas energéticas totales. Por ello, la correcta selección e implementación de sistemas de aislamiento en fachadas y cubiertas resulta determinante para la eficiencia energética global de la edificación. Estos sistemas han evolucionado considerablemente en las últimas décadas, incorporando innovaciones tanto en los materiales como en las técnicas de aplicación.
La complejidad de estos sistemas radica no solo en el material aislante utilizado, sino en el diseño de todo el conjunto constructivo, que debe resolver adecuadamente aspectos como estanqueidad, control de condensaciones, comportamiento frente al fuego y durabilidad. La elección entre las diferentes soluciones disponibles debe considerar factores específicos del proyecto como la orientación, exposición a agentes climáticos, tipología constructiva existente y requisitos estéticos o normativos.
Sistema SATE: componentes y proceso de instalación normalizado
El Sistema de Aislamiento Térmico por el Exterior (SATE), también conocido como ETICS (External Thermal Insulation Composite System), representa una de las soluciones más efectivas para la rehabilitación energética de fachadas. Este sistema multicapa elimina puentes térmicos estructurales mientras protege el edificio de las oscilaciones térmicas, reduciendo el riesgo de condensaciones interiores y fisuraciones por dilataciones diferenciales.
Un sistema SATE normalizado según la guía ETAG 004 (European Technical Approval Guideline) consta de cinco componentes esenciales: perfil de arranque (aluminio o PVC), material aislante adherido al soporte (generalmente EPS, XPS o lana mineral), capa de armadura (mortero reforzado con malla de fibra de vidrio), imprimación y revestimiento final decorativo. Cada uno de estos elementos debe estar certificado como parte del sistema completo, ya que su comportamiento conjunto determina las prestaciones finales.
El proceso de instalación sigue una secuencia estrictamente normalizada que garantiza la durabilidad y eficacia del sistema. Tras la preparación del soporte, que debe estar limpio, cohesionado y plano, se fija el perfil de arranque, que marca el nivel inferior del sistema y evita la filtración de agua por capilaridad. El material aislante se adhiere mediante mortero aplicado por el método de cordón perimetral y pelladas centrales (cubriendo al menos el 40% de la superficie) y se complementa con fijaciones mecánicas (5-7 unidades/m²). La capa de armadura se ejecuta extendiendo el mortero base en el que se embebe una malla de fibra de vidrio con solapes mínimos de 10 cm, seguida de una segunda capa de regularización. Finalmente, tras el secado completo, se aplica la imprimación y el revestimiento decorativo, que debe ofrecer impermeabilidad al agua de lluvia pero permeabilidad al vapor.
La correcta ejecución de cada fase resulta crítica para el rendimiento final del sistema, siendo especialmente importante el tratamiento de puntos singulares como esquinas, encuentros con carpinterías, juntas de dilatación o penetraciones de instalaciones, que disponen de piezas específicas dentro del sistema certificado.
Fachadas ventiladas: circulación de aire y eficiencia energética
Las fachadas ventiladas constituyen una solución de alta eficiencia que combina aislamiento térmico continuo con una cámara de aire ventilada y un revestimiento exterior separado de la estructura portante. Esta configuración crea un "efecto chimenea" en la cámara de aire, generando una ventilación natural ascendente que mejora significativamente el comportamiento térmico del conjunto, especialmente en condiciones de alta radiación solar.
La estructura típica de una fachada ventilada incluye cuatro elementos principales: la hoja interior portante (que puede ser de diversas tipologías constructivas), la capa de aislamiento térmico continuo (habitualmente lana mineral o poliuretano), la cámara de aire ventilada (con espesor mínimo recomendado de 3 cm) y el revestimiento exterior suspendido mediante una subestructura metálica. Este revestimiento, que puede realizarse con materiales como piedra natural, cerámica, composite, paneles metálicos o fibrocemento, actúa como barrera frente a la radiación solar directa, mientras que la cámara ventilada disipa el calor acumulado.
El principio físico fundamental de la fachada ventilada es la reducción de la transmisión de calor al interior del edificio mediante la combinación de tres mecanismos: el efecto sombra del revestimiento exterior, la disipación térmica por convección en la cámara ventilada y el aislamiento térmico continuo. Estudios realizados por el Instituto Eduardo Torroja demuestran que, en condiciones de verano con alta radiación solar, este sistema puede reducir hasta un 40% la demanda energética de refrigeración en comparación con fachadas convencionales con el mismo valor U teórico.
A diferencia del SATE, la fachada ventilada ofrece mayor durabilidad frente a agentes atmosféricos y menor mantenimiento, aunque con un coste aproximadamente un 40-60% superior. Resultando particularmente adecuada para edificios en zonas climáticas con veranos calurosos o alta exposición solar, especialmente en orientaciones sur y oeste, donde maximiza sus ventajas frente a otras soluciones de aislamiento.
Cubiertas invertidas: protección de la impermeabilización y control térmico
Las cubiertas invertidas representan una evolución técnica que revolucionó el concepto tradicional de cubierta plana al situar el aislamiento térmico por encima de la impermeabilización, protegiéndola de degradaciones por radiación ultravioleta, oscilaciones térmicas y daños mecánicos. Esta configuración prolonga significativamente la vida útil de la impermeabilización, que constituye el elemento más crítico y costoso de mantener en una cubierta.
La estructura típica de una cubierta invertida, de interior a exterior, consta de soporte estructural, formación de pendientes (mínimo 1%), impermeabilización (generalmente láminas bituminosas o sintéticas), aislamiento térmico (exclusivamente XPS por su mínima absorción de agua), capa separadora filtrante (geotextil) y acabado superficial (grava, pavimento flotante o cubierta ajardinada). El principio fundamental es que el aislante actúa como protección mecánica y térmica de la impermeabilización, mientras que su reducida absorción de agua mantiene sus propiedades térmicas incluso en condiciones de humedad prolongada.
Las cubiertas invertidas presentan un comportamiento térmico considerablemente mejor que las cubiertas convencionales, especialmente en condiciones de verano, cuando la temperatura superficial puede reducirse hasta 40°C respecto a una cubierta tradicional. Según estudios del IETCC (Instituto de Ciencias de la Construcción Eduardo Torroja), esta reducción de temperatura superficial se traduce en una disminución del flujo térmico hacia el interior entre el 45-60% durante las horas de máxima radiación solar.
El cálculo de espesores de aislamiento en cubiertas invertidas debe considerar un factor de corrección debido a la pérdida de eficiencia por circulación de agua entre el aislante y la impermeabilización. El CTE establece que este factor, denominado fₓ, puede oscilar entre 0,04-0,10 según el nivel de precipitaciones y el tipo de protección, lo que implica incrementar el espesor teórico calculado entre un 5-15% para compensar este efecto.
Integración de aislamiento en sistemas constructivos PassivHaus
El estándar PassivHaus representa el paradigma de la eficiencia energética en edificación, estableciendo criterios extremadamente exigentes que permiten reducir la demanda energética hasta niveles cercanos a cero. En este contexto, la integración del aislamiento térmico adquiere una dimensión holística que trasciende la mera adición de material aislante, convirtiéndose en un elemento estratégico dentro de un sistema constructivo integral.
Los cinco principios fundamentales de PassivHaus (superaislamiento, eliminación de puentes térmicos, hermeticidad al aire, ventilación mecánica con recuperación de calor y carpinterías de altas prestaciones) confieren al aislamiento térmico un papel protagonista. Los espesores de aislamiento en edificios PassivHaus en España oscilan entre 12-30 cm según la zona climática, muy superiores a los habituales en construcción convencional, alcanzando valores U para cerramientos opacos entre 0,10-0,15 W/m²K, aproximadamente un 60% inferiores a los exigidos por el CTE.
La integración constructiva del aislamiento en PassivHaus sigue criterios de continuidad absoluta, aplicando el principio de "lápiz continuo" que permite trazar todo el perímetro aislado del edificio sin levantar el lápiz del papel. Esto se consigue mediante detalles constructivos específicos que resuelven encuentros críticos como los de forjado-fachada mediante diferentes técnicas: voladizos estructurales aislados, fachadas pasantes por delante de los forjados o elementos de ruptura de puente térmico en continuidad estructural.
Los sistemas constructivos más utilizados en edificios PassivHaus incluyen entramados ligeros con aislamiento entre montantes complementado con capas adicionales, sistemas de bloques de EPS hormigonados (ICF), y fachadas tradicionales combinadas con sistemas SATE de gran espesor. El Instituto Passivhaus realiza un control de calidad extremadamente riguroso, verificando mediante termografía y tests de presurización (Blower Door Test) que la ejecución del aislamiento cumple con los estándares requeridos, admitiendo desviaciones máximas del 5% respecto a los valores de diseño.
Normativa española y europea sobre aislamiento térmico
El marco normativo que regula el aislamiento térmico en edificación ha experimentado una evolución acelerada en las últimas dos décadas, impulsada principalmente por directivas europeas orientadas a la reducción de emisiones de CO₂ y la eficiencia energética. La Directiva 2010/31/UE relativa a la eficiencia energética de los edificios, actualizada por la Directiva 2018/844, estableció la hoja de ruta hacia edificios de consumo de energía casi nulo (EECN), con plazo límite de 2020 para todos los edificios nuevos.
En España, esta exigencia se ha traducido en sucesivas actualizaciones del Documento Básico de Ahorro de Energía (DB-HE) del Código Técnico de la Edificación, siendo la más reciente la de 2019. Esta actualización incrementó significativamente los requisitos de aislamiento térmico, estableciendo valores límite de transmitancia térmica para cada elemento constructivo según la zona climática. Para fachadas, estos valores oscilan entre 0,56 W/m²K (zona α) y 0,37 W/m²K (zona E), lo que supone reducciones de hasta un 25% respecto a la normativa anterior.